domingo, 17 de mayo de 2009

GUITARREADAS - txt escrito para el periódico PAUSA



GUITARREADAS

Por Pablo José Ayala

Recuerdo asistir de niño, de mano de mis padres, a algunas peñas en un taller mecánico. Se hablaba allí a los gritos, costumbre muy difundida entre los argentinos e intensificada por el contacto con el vino, el asado, el galpón y los amigos... Algunas veces aparecían en esas reuniones cantores y guitarreros que tocaban fuerte y cantaban más fuerte, en sintonía con el ambiente circundante.

Esa fue para mí la sensación predominante acerca de las guitarreadas durante largo tiempo, pues nos retirábamos más bien temprano. No pretendo encaminar esta escritura al ruido o a los gritos, sino más bien hacia el silencio, otras sensaciones y etapas de las guitarreadas que fui presenciando, contemplando, aprendiendo e incorporando a mi vida con el paso del tiempo.

Liliana Herrero, durante su última presentación en nuestra ciudad dijo una verdad, vestida de humorada: “Da la impresión de que Juan Falú acepta dar conciertos solo para poder guitarrear luego”. Y es que Juan es paradigmático en ese sentido. Compartir una guitarreada con él es una verdadera fortuna: escuchar su guitarra desnuda y real, sin los artificios de la amplificación y el escenario, en la total y auténtica mística del instrumento. Se convierte la rueda de amigos en un templo, en la celebración del sonido, y en el ejercicio de la memoria.

Así lo dejan ver sus propias palabras a lo largo de RIDICULUM VITAE (historias guitarreras), editado por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán. Transcribo algunos episodios:

“nunca un arreglo, siempre una variación. Pocos registros grabados y muchas versiones en vivo y en directo. Lo más parecido a la eternidad que haya conocido es esa música, esa canción en el momento que rueda por la mesa de amigos.” (Capítulo: Dúos)

“Habíamos creado un templo del canto, la guitarra, la poesía.
Y el humor. Era posible reírse por todo y pasar luego a estados de contemplación, a lagrimear con una vidala. Trenzarnos en discusiones apasionadas y amansarnos con el canto.” (Capítulo: La San Luis)

“Un amigo veinteañero de hoy se sabe al dedillo PASTOR DE NUBES de portal, puede escuchar a Pichuco y su pinkuyo como si lo tuviera al lado y lo lleva al Pepe (Nuñez) adentro para siempre.
Nada se hechó al olvido” (Capítulo: amigos de todas las edades)

Paulino ha tocado más entre amigos que en escenarios y sabe que en esas rondas rituales se amasaron las páginas más bellas de un arte que trasciende al marketing y los fuegos de artificio. Paulino, esquilador y albañil toca la guitarra. Y su guitarra nos toca. Bien cerquita” (Capítulo: Paulino Ortellado)

“A guitarra tambien se hizo la patria” es la frase que da cierre a la Nota Del Autor, y al libro.

Pretendo entonces mostrar la dimensión de la guitarreada, y la forma en que la vivimos. En el ejercicio de la memoria, pues todos acarreamos y volcamos allí las canciones que nos emocionaron, que nos alegran, y que nos constituyen. La presentación de las nuevas creaciones, composiciones y poemas. La divulgación de las músicas que vamos descubriendo. La voz del amigo a nuestro lado que nos dice que no estamos tan solos.

Martín canta canciones de discos que nunca escuché, pero en su voz se me vuelve familiares. Lara traduce de bandas internacionales a guitarra pelada. Emilio nos recuerda porque queremos tanto a Spinetta. En la voz de David las mejores canciones del litoral son hallazgos o redescubrimientos. El Negro y Momo no olvidan ninguna letra del Heavy de nuestra adolescencia. Ania emociona hasta el espasmo. La Tati muestra una Latinoamérica profunda. José canta las canciones de Poncharelo y nos devuelve “Elementos Nobles”. Paula y el Gonza con todo el Brasil. Nano se sabe todas. Marro canta como un viejo blusero despreocupado. Marianito tiene todo el pop. Elis te desarma. Juan es increíble. Luis con Sabina y Manolo. Bruno recuerda con gracia música de las Colonias, de las colectividades. Iri y su familia son deslumbrantes. Ni hablar de Coqui, Juan, Belén, el Negro, Vero, Ernesto: maravillosos. Alguno me pide un tango, o una zamba, o canto las que sé de Cabrera y Drexler. Y así siempre, en cada lugar y en cualquier momento. Los nombres cambian pero las guitarreadas permanecen.

Escribo estas crónicas a pocas horas de la presentación de Juan Falú en Santa Fe, junto a Juan Quintero en “Tal Para Juan”. Talvez al momento de salir este número de Pausa perdure la guitarreada post-recital. Y quizás alguno de nosotros nos contemos entre los presentes.

Así es como una guitarreada nos hermanará en algún lugar. Siempre dispuesto, espero y mejoro mi repertorio.

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